Postmortem
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 abr
- 2 Min. de lectura
C l a r a H e r r e r o H e r n á n d e z
Minificción

Me parece injusto que la yaya te hablara en sueños para aconsejarte y tú a mí no me dirijas la palabra después de muerto. A plena luz del día solo te apareces para que yo te vea morir de muchas formas, un lento enterramiento. Te conté que, en el libro ese que estaba leyendo, la abuela malaya se aparece en forma de fantasma a su nieta para ayudarla con sus cosas porque le rezan. Pero dudo mucho que esperes que te rece, o que rece a nadie. No te cargamos la cruz en el traje de madera porque yo sabía que eras ateo, así que no estás en el cielo cristiano, ni en ninguna otra parte. Pero nunca te movías de casa, porque por mucho que añoraras Cataluña, te gustaba más Parla. Así que podrías estar aquí, conmigo.
¿Me tendré que contentar con tus vestigios aquí y allá? Una mirada de soslayo al sitio donde te sentabas, tu verso favorito en una de nuestras rancheras, una crítica culinaria velada, las fichas que jugabas en el parchís... Como ateo que eras, ¿así te reinventas como fantasma? Como la voz en off de una de tus películas.
No me vas a decir nada, claro. Pero he venido aquí, al olmo bajo el que moriste en silencio, sin ceremonias. Y aun así no habrá revelaciones ni últimas palabras.
Bueno, vale. Me guardaré los chistes y las curiosidades y las canciones nuevas para otro día. Ya sabes que soy agnóstica, yayo, y que desbordo imaginación. No iré al Cielo tampoco, ni a ninguna otra parte. Pero no te relajes mucho: cuando llegue, voy a poner en orden tu existencia postmortem. Hasta entonces, al menos sintoniza de vez en cuando.





Comentarios