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REVISTA LITERARIA

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La mujer que cantaba

  • Foto del escritor: Elipsis Diseño y Maquetación
    Elipsis Diseño y Maquetación
  • 15 abr
  • 3 Min. de lectura

Ó s c a r P a u l C a s t r o

Poesía


ree


Para Itzel Navidad



El espejo se asoma a los ojos de la niña

En ellos la primera estrella de la tarde señala

un destino fijo Un nombre

que habitará todos los nombres

Una flama

que tendrá todos los rostros del fuego




La niña

también se asoma

en el espejo Adentro

una congregación de soles

vuelve sus pupilas

nebulosas Hélix Su corazón

cántaro quebrado Su voz

flor de calabaza abriéndose

en mitad de un agujero negro



Cuando te conocí creía que el relámpago

con el que la amistad propagaba sus incendios

se había consumido

Pero llegaste tú y la Viry

el Marco el Eduardo Y el tiempo circular

se hizo espacio abierto Fiesta

Conversación

Amores Carcajadas

que hacían temblar las ventanas

de los cafés y las botellas en las mesas

de los bares




No hablaré aquí de tu muerte




Hablaré

de la primera vez que te vi allá arriba

De ese milagro inesperado

Repetido siempre

que ponías un pie en el escenario

(y eso era el milagro verdadero)

Hablaré de tu negro cabello de paloma

De tu risa que sonaba a vidrios rotos

A una bella canción desafinada

Hablaré de tu ternura

Hablaré

Quizás no debería

De cómo Aunque caíste

a veces

en abismos implacables

Nadie

nunca

estuvo a tu altura




Recuerdo un día cualquiera Yo Tú

y la Viridiana quedamos

en el Bistro

Cuando llegué

ahí estaban ya en mitad del patio Y entendí

en ese instante

(el sol de Culiacán erizaba el lomo

incendiando las sombras

de las palmeras Una mesera

accionaba extraños mecanismos

que revertían un instante la expansión

del universo y preparaba capuchinos

Javier Valdez se comía unos chilaquiles

mientras arañas invisibles

recitaban a su oído majaderías

que después repetiría en El Guayabo

César López Cuadras le miraba las piernas

a su copa de tequila y Élmer

le miraba las piernas a la Viry

Cinco pichones se estrellaron

contra el cielo en los cristales

Y otros cinco llegaron

para picotearles los ojos

mientras aún yacían aturdidos

en el suelo

Acababas de llegar de Guadalajara

y cada día Al atardecer

llorabas por un rato

desde que viste Incendios

Pensabas en el hijo que no nacería jamás

Y te fuiste convirtiendo poco a poco

en La mujer que cantaba)

que nunca

volveríamos a ser

infelices tan felices




Después de esta palabra

comenzará a dibujarse un círculo

Adentro

quedarás tú y un manojo de nombres

Si los cuento uno a uno enroscando los dedos

apenas alcanzan a formar dos puños

(sirven para romperle la cara

a la tristeza y a los maledicentes)

No hay una línea que separe los vivos

de los muertos

No hay distancia

Ni tiempo

Podemos tomar café por siempre

Chismear de amores y de amantes

Perder el tiempo Andar la vida

sin pensar en la muerte La alegría

junto a la mano y la mirada

Conversar

a la lenta y rápida velocidad

de las palabras

que no van a ningún lado

y que no dicen nada




En secreto

La niña se asoma una última vez

en el espejo

Mira en sus propios ojos a

La mujer que canta

El teatro está vacío

El público hace mucho se ha marchado

Pero su voz sigue ardiendo

como un grito estrellado

atravesando el corazón




Este es el reino

Voz abierta

del cuerpo

Almas

que avanzan

y arden con inusual

máscara

Donde muy

muy pocos

Como tú

Sin miedo

ven adentro

Y se rompen la oscuridad

en mil pedazos

de luz

 
 
 

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Revista literaria organizada por estudiantes de la Universidad Autónoma de Sinaloa y la Universidad Autónoma de Madrid.

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