La escritura como refugio: Bernardo Ochoa Gaxiola
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 abr
- 4 Min. de lectura
Una entrevista de N a t a l i a F e l i x

Bernardo Ochoa Gaxiola es uno de los escritores publicados por parte de la revista Elipsis en su primera edición. Egresó de la licenciatura en Filosofía de la Universidad Autónoma de Sinaloa y fue cofundador de la librería de barrio Évora en la ciudad de Mazatlán. Actualmente reside en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, donde trabaja como profesor.
Él se define a sí mismo en su juventud como un mal estudiante, «un poco vago». En ese entonces, fantaseaba con «vivir del pasto, del sol y hacer fotosíntesis».
No obstante, el destino lo llevó a estudiar filosofía, no por complacer a sus padres, sino gracias a la guía de su progenitor y a su encuentro con autores como Platón, Schopenhauer y Maquiavelo, que despertaron su pasión por las ciencias sociales. Hoy, entre sus metas sigue latente el sueño de completar su maestría en la Ciudad de México.
Este escritor tiene claras sus preferencias al elegir lecturas: la filosofía suele encabezar su lista. En cuanto a su formación literaria, esta comenzó con los sobrios autores del romanticismo alemán, a los que describe con una falta de sentimentalismo. Aunque también disfruta de obras que mezclan el humor con el drama, como Santa María del Circo de David Toscana. «A mí ese estilo me encantó» confiesa. «Yo digo “¡A la madre, así debería de ser!, porque es crudo y gracioso, y eso a mí me gusta mucho».
Los cuentos fueron las primeras lecturas de su niñez y lo guiaron a descubrir su pasión por la lectura y la escritura. De hecho, uno de sus primeros escritos fue la invención de un nuevo final para el cuento Los Músicos de Bremen de los hermanos Grimm. Eventualmente, la escritura se convirtió en más que un oficio: es un ritual cotidiano.
Desde joven adoptó el hábito de escribir cada día, ya fuera una simple línea o un párrafo entero, transformó el acto en una necesidad vital. Estas páginas funcionan como su diario personal, donde explora pensamientos y emociones que rara vez comparte en voz alta. Prefiere hacerlo al aire libre, dado que lo mantiene enfocado y rechaza el encierro: «Tengo amigos que escriben en su habitación, encerrados; a mí no me sirve», comenta. Descubrió que la presión es su peor enemiga: cuando intentaba crear textos «trascendentales» bajo exigencia, los resultados eran forzados. En cambio, al permitirse escribir lo que otros llamarían “tonterías” sin autocensura, encuentra su voz más auténtica y sus mejores trabajos.
Para Bernardo Ochoa, la escritura trasciende el ejercicio literario: es un vehículo para rescatar historias familiares que merecen ser contadas. En el cuento El sueño de mi madre — publicado en el primer número de la revista Elipsis— ficcionalizó una anécdota real de su tío en Guasave. Este mismo tenía una nana estricta que solía repetir: «Aquí para sobrevivir hay que ganar el pan, tengo nueve hijos, soy madre soltera». En la obra Bernardo plasmó un episodio brutal en la vida de su tío: cómo la nana lo desnudó, le colocó una barra de hielo en la espalda y lo obligó a desfilar por la ciudad. Aunque en su obra le da una razón a este castigo, Bernardo comenta que desconoce el motivo por el cual se le reprendió en su momento.
El Sueño de mi Madre resulta también ser es el primer cuento que ha publicado. En él, Bernardo parte de la oralidad del habla de Culiacán. Al explicar la razón, sus palabras fueron «Yo creo que una muy buena dirección de esta revista seria que Madrid tuviera acceso directamente a lo que es Culiacán y nosotros tener acceso a eso que no se ve de Madrid».
La invitación para publicar llegó a Bernardo Ochoa de manera inesperada, gracias a una excompañera de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas. Dudó por preguntas como “¿Qué van a decir?” o “¿Van a notar mis faltas ortográficas?”, pero decidió arriesgarse a participar pensando que «Iba a tomar el riesgo de todas formas, en algún momento de su vida».
Colaborar con la publicación de su obra en la revista lo ayudó a comprender mejor el mundo de los cuentos y sus estructuras. Además, ganó un mejor entendimiento de las diferencias entre textos académicos y los literarios.
Para Bernardo Ochoa, el proceso de selección de sus historias no sigue reglas fijas, sino que se alimenta de la libertad creativa. Acostumbra a divagar y volcar todas sus ideas en una libreta, dejando que maduren hasta encontrar conexiones orgánicas. Con frecuencia revisa esos apuntes anteriores, combinando fragmentos, probando qué piezas encajan y descartando lo que no resuena. Por otro lado, cuando se trata de escribir para congresos académicos, su enfoque cambia: allí la exigencia es clara. «Si no es relevante, ¿para qué? Si no genera discusión, diálogo, no le veo el caso», afirma. Esta mentalidad rigurosa lo ayudó a publicar ensayos de filosofía.
Su consejo para futuros escritores: «Traten de ver el lado positivo. A pesar de que se hayan equivocado, se hayan cerrado. Si escribieron algo problemático, no se preocupen tanto» y finaliza con «Busca lo que querías decir, libérate de tus prejuicios, trata de escribir con libertad.





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