La calidez
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 oct
- 2 Min. de lectura
Por P. Luna

Fotografía de Mylén
Con su camino iluminado por la luna y las estrellas, la tierra lodosa se le adhiere a la piel mientras se arrastra por el suelo como un gusano. Está entre los dedos de sus manos y pies, se le resbala desde la raíz del cabello hasta el cuello; pero no importa, debe seguir. Seguir y alcanzarla. Se niega a morir de esta manera.
Apenas puede arrastrar las piernas con gran esfuerzo de sus manos. Perdió parte de la movilidad después de recorrer tanto, y sus brazos parecen querer seguir el mismo camino. Los pequeños rasguños que le dejan las piedras y la hierba comienzan a arder. Percibe que su cuerpo en algún momento dejará de responder, pero no puede darse por vencida solo así. Unos centímetros más y finalmente lo tendrá en sus manos. Lo siente cerca. Siente la calidez que emana cerca de ella.
Nota como el cielo empieza a cambiar, a iluminarse con suavidad. La luna junto a su manto de oscuridad comienza a alejarse poco a poco, reemplazado por tenues colores anaranjados y violáceos que crecen con lentitud, mejorando la vista que tenía sobre el suelo. Es ahí cuando lo mira. Ahí está. Una pequeña esfera de luz que se enciende como una explosión contenida. Como un pequeño sol. Uno que cabe perfectamente en la palma de su mano.
Justo lo que estuvo buscando. Su luz y su fuego. Su alma y su hogar.
Curva los labios hacia arriba en un intento de sonrisa que se asemeja más a una mueca de dolor. Recarga el peso de su cuerpo sobre la mano izquierda y estira el brazo derecho para alcanzarla. Cuando sus dedos logran tocar la esfera, el fuego los envuelve. Pero no es un fuego que quema, es un fuego que calma, que sana, que la hace sentir viva de nuevo.
La atrapa entre sus manos heridas, llevándola contra el pecho, que le brinda calma. Intenta levantarse sobre los pies, cayendo de rodillas en el intento, por lo que termina por sentarse sobre sus piernas. Mira la esfera que le ilumina las palmas con esperanza, con un sueño de vivir. De renacer.
Se acerca las manos enlodadas a la boca, abriéndola solo lo suficiente, al mismo tiempo que cierra los ojos. La luz no es un sólido, no siente un peso en las manos, es sólo fuego. Fuego puro. Siente el calor en la lengua, en la garganta, en el pecho, recorriéndole todo el cuerpo con una sensación que se parece a la electricidad. No lo mira, pero sabe que el cielo se ha aclarado, y que brilla como nunca antes. No lo mira, pero siente los rayos del fuego atravesándole la piel desde adentro sin herirla.
La luz la llena de energía y la acuna entre las llamas.





Comentarios