El sueño
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 oct
- 8 Min. de lectura
Por Luis C. Torrico
Sólo los sueños son siempre lo que son.
Es el lado de nosotros en que nacemos
y en que somos siempre naturales y nuestros.
Fernando Pessoa
PERSONAJES:
Gudelia
La Vida
La Muerte
ACTO ÚNICO
Escena uno
Gudelia, mujer madura con el cabello cano y recogido, lleva un vestido largo —que le llega hasta debajo de las rodillas—, ceñido a la cintura, con cuello y mangas de encaje, y una manta encima de los hombros. Está de pie detrás de una silla situada en el centro del escenario. Junto a la silla hay una mesita de centro; en medio de ella, una vela encendida y una caja de cerillos. A cada lado del escenario hay una gradilla: una en centro-izquierdo y la otra en centro-derecho; la primera queda a la altura del respaldo de la silla, y la otra, por delante de esta. Nada más sobresale en el escenario escasamente iluminado.
GUDELIA: (Con voz cansina) ¿Tienes sueño, Gudelia? Pues duérmete. (Rodea la silla y se sienta; casi inmediatamente queda dormida. Mientras duerme, se apaga la vela y el escenario queda en penumbras).
Escena dos
(Se ilumina el escenario con una luz blanca. En el centro-izquierdo aparece La Vida, vestida con una túnica blanca, el pelo suelto hacia atrás, y calzando sandalias o descalza).
LA VIDA: (Cruza el escenario delante de Gudelia, se detiene unos instantes frente a ella). Se pasará la vida así… (Sonríe, termina de cruzar y se sienta en la gradilla del otro extremo del escenario. Desde ahí, observa atenta a Gudelia: cómo respira, balbucea y se mueve al dormir). Respiras, descansas, murmuras, pero, ¿sueñas? ¿Dices algo? (Gudelia vuelve a moverse, resopla fuerte y balbucea).
LA MUERTE: (Aparece sentada en la gradilla del extremo opuesto del escenario, vestida completamente de negro: una túnica con velo le cubre el cabello. Es apenas perceptible. La luz ha cambiado de blanca a tenue naranja). Parece que sufre… parece que espera que me la lleve.
LA VIDA: No, solo disfruta del sueño. (Gudelia vuelve a moverse y esta vez, al resoplar, sonríe). ¡Ves!
LA MUERTE: No te debe preocupar. De todo sueño se despierta, por muy cruel que parezca.
LA VIDA: No me preocupa, solo me parece que disfruta del sueño, y no deberías quitárselo tan abruptamente.
LA MUERTE: Me la puedo llevar sin sufrimiento si prefieres.
LA VIDA: (Se incorpora). Sé lo que siempre ha deseado, no sufrir su partida, pero no es su hora. ¿No la ves tan feliz descansando y disfrutando del sueño?
LA MUERTE: (También se incorpora). Pues el sueño que yo le puedo dar es más que este sueño efímero que velas. (Se queda mirando fijamente a Gudelia).
LA MUERTE: Pobres mortales, solo perpetúan su dolor creyendo amilanarlo con un simple sueño.
LA VIDA: Así viven, porque la vida y la muerte les parecen lo mismo; aquí vienen a vivir.
LA MUERTE: Una vida más efímera que la otra.
LA VIDA: ¿Una vida efímera, dices?
LA MUERTE: ¡Sí! Una que no se puede comparar con el descanso que les ofrezco.
Escena tres
Ahora Gudelia se retuerce durante un sueño inquietante. Disminuyen las luces del escenario y se proyectan imágenes con un efecto en fade in de una niña saltando la cuerda. Lleva un vestido con las mismas características que el de Gudelia. Salta incansablemente desde distintos ángulos; se emite el sonido de la cuerda, sus risas y, a momentos, cuenta los saltos, hasta que la imagen se distorsiona y una voz empieza a llamarla. La voz se hace cada vez más persistente hasta que llama su atención y ella se detiene asustada. Desaparece la imagen y se apaga el escenario. Vuelve a encenderse la luz. La Vida y La Muerte aparecen sentadas en sus sitios.
LA VIDA: Sueña, sueña, sueña.
LA MUERTE: No despiertes nunca.
GUDELIA: (Se despierta y se despereza con un bostezo. Estira los brazos, luego enciende la vela con un cerillo). En mi sueño era una niña y jugaba a la cuerda y no paraba de saltar, aunque la vida se me fuera en ello. Pero llegué a vieja saltando y alguien me llamaba y tuve miedo, miedo de ir y de dejar de jugar a la cuerda. (Se queda pensativa).
Escena cuatro
GUDELIA: (Se emite el sonido de una ola de mar, dura solo unos segundos. La voz de Gudelia ahora es más segura, como si fuera más joven). A veces escucho el mar desde muy lejos, como venido de otro tiempo. Imagino que, desde ahí, desde la costa, una niña como la que fui nos mira. Parece inútil volver a aquellos años y rememorar la niña que fui. a veces la extraño y me es tan desconocida como el mar del que siempre hablo y, sin embargo, no conozco. A veces me siento extraña anhelando cosas tan lejanas que mi espíritu es el que debe viajar a regiones, igual de extrañas, como el mar. (Pausa).
GUDELIA: (Se emite la voz de la niña volver a contar los saltos que da). A veces me encuentro atrapada entre sueños, como si viviera en otro tiempo y pudiera pasearme por otras latitudes. No sé, será porque he heredado un pasado muy triste en el que vivo todavía; añorando viejas glorias que no me pertenecen. Será por eso que me he olvidado de vivir.
A veces pienso: “¿Y si tampoco en ese pasado hubiera sido feliz?” Entonces, ¿por qué me quedo recordando sueños tan lejanos?
LA MUERTE: Saudades de una vida que no es vida, de un sueño que es siempre un sueño.
LA VIDA: ¡Saudades has dicho!
LA MUERTE: ¡Sí, siempre es un sueño! ¡ahora ignóralo!
(Pausa)
GUDELIA: Sin embargo, estoy aquí sola y tal vez sea mejor así, porque en esta soledad de cuatro paredes, donde parece que no pasa el tiempo y que siempre es de noche. Aquí todo es más triste y a la vez incierto. Aquí, aunque no parezca, todo es más vivo, y vivo el sueño que otros duermen. La ilusión que otros no paran de hacer mera ilusión, yo la sueño. La palpito, la paseo y la entono. Entono esta ilusión entre cuatro latitudes y hago temblar los cimientos al entonarla.
(Se emite un fragmento de la “Marcha Naval de Bolivia”[1] mientras se proyectan imágenes del mar. Luego se muestra a la niña saltando entre las imágenes, se muestra en transición volverse adulta y seguir saltando la cuerda. Desaparecen las imágenes del mar, el sonido de la música baja progresivamente y solo queda ella saltando la cuerda).
Escena cinco
GUDELIA: (Vuelve a su voz cansina de anciana). Soñar se parece a un juego, un juego de gigantes como cerros. Yo antes era una niña y todos estos sueños representaban para mí juegos de gigantes. Ante ellos, mi única distracción era jugar a la cuerda y, cuando me iba a dormir, pedía que no me la quitaran para seguir jugando en sueños. Así evadía todas mis pesadillas y dormía tranquila, porque, a decir verdad, mis pesadillas me perseguían hasta despierta. Y hasta ahora me dan ganas de llorar cuando las siento perseguirme.
Soñar es hermoso. Ya no quiero ni levantarme para seguir soñando. El tan solo bostezar espanta el sueño, por lo que ya no quiero ni moverme. Anhelo seguir en el sueño y no quiero que pase el tiempo, por lo que no guardo ni cuelgo relojes y no quiero ni que pase por mi vestido y lo aje. Escapo tanto del tiempo que hasta el presente me parece ya pasado y solo me debo a este instante del cual intento no despegarme para que me lleve consigo. (Pausa).
¿Ves?, hasta ya olvidé quién era. Solo sé que era una niña y lo sé porque era feliz; de no haberlo sido, ni lo nombraría, porque el pasado no merece ser nombrado como no merece ser nombrado quién soy, si es que soy algo, y quién he sido hasta ahora me es indiferente. Los árboles bajo el sol tienen sombra, pero yo no la tengo ni quiero tenerla. Las fuentes de los ríos merecen ser tocadas por los pájaros para que calmen su sed y, mientras lo hacen, se reconocen mirando su reflejo y se emocionan al libar el agua cristalina que fluye; yo ni siquiera asomé semblante alguno ni sé si alguna vez tuve sed.
Para no recordar nada más, necesito no hablar. Esta es la casa del silencio. (Mira cómo se mueve la flama de la vela, cómo chispea y, mientras lo hace, mece las piernas juntas como si estuviera sentada en un columpio y repite parte del estribillo de la marcha naval). El mar, el mar, el mar… (Sigue columpiando sus pies mirando la vela). El pasado es hermoso solo porque nos duele y no queremos saber del presente por no averiguar si nos duele más que el pasado. Pero aquello que no queremos averiguar debe de ser más o menos así (deja de columpiarse). Un día, casi por olvido, dejamos de lado nuestros juegos infantiles, pensamos que volveremos por ellos, pero no es así. El tiempo nos atrapa y ya no podemos volver —por eso escapo del tiempo—, porque nos atrapa y ya no nos devuelve a donde pertenecemos. Eso les sucede a todos, y aunque me sucedió a mí también, casi por accidente, cualidad que parece oponerse al olvido, encontré mi cuerda. (Saca su cuerda del bolsillo de su vestido). Sucedió así: abrí un viejo cajón que suponía ya había abierto otras veces, pero esta vez, abrirlo fue como recibir una revelación. Lo que estaba ahí no era solo una cuerda inerte enroscada en círculos; lo que estaba ahí aún giraba y hacía ruido al cortar el viento. Ya no estaba ahí como un simple objeto; es más, parecía que estaba esperándome a que abriera el cajón para volver a encontrarnos. Volví a soñar desde entonces; un sueño más lúcido que la realidad entró por mi retina.
Pero debo dejar de hablar de eso porque hace que me palpite fuerte el corazón. (Cruza sus brazos sobre su pecho como si se estuviera abrazando, incluso eleva los pies y mira al público). Oh, perdón, pero… pueden creerlo ustedes o ignorarme. (Poco a poco Gudelia parece acomodarse para seguir durmiendo).
LA VIDA: Yo te creo. Sueña, sueña, sigue soñando, por favor.
LA MUERTE: Yo mejor te ignoro, porque no lo creo.
LA VIDA: (Dirigiéndose a La Muerte). La efímera eres tú.
LA MUERTE: Ignórame tú también, entonces.
LA MUERTE: (Se incorpora y da un par de pasos adelante). No debió de hablar como se vibra ni nombrar como se siente; parte de su voz parece haberse quedado haciendo eco solo donde el alma atenta entiende. ¿Escuchas? Es su voz la que resuena y gira. (Se oye la voz de Gudelia con el coro: El mar, el mar, el mar…).
LA VIDA: (Se incorpora y se pone de costado para dialogar con La Muerte). Déjala, todo este tiempo ha estado hablando con su voz interior, y era necesario que retumbe en su garganta como en estas cuatro paredes, para que así pueda despertar en el sueño que sueña y dormir en la vida que ya no es vida.
LA MUERTE: Déjate tú también de sinsentidos. ¿Y entonces por qué acabó tan angustiada, casi perpleja? ¿Qué realidad tan cruda o qué anhelo tan fuerte le ha desprendido la voz del alma para que hable como ha hablado?
LA VIDA: Supones que escuchas, pero ya ni siquiera oyes nada. Pretendes encontrar claridad y coherencia en lo vago y lejano, cuando en realidad necesitas creer que hay algo que escuchar para que realmente lo escuches.
LA MUERTE: En el eterno vacío, del cual vengo, sus palabras parecen dar vueltas en sílabas sin parar; lo único que hacen es que me maree y así parecen ya no tener ningún sentido.
LA VIDA: Por eso te llamas precisamente La Muerte.
LA MUERTE: (Mira a Gudelia). En ella todo parece ser ola, barullo, cuando debería ser calma y silencio. Así ya nada podría interrumpir su sueño. (Pausa).
LA VIDA: ¿Por qué ha hablado así, preguntas? Cuando alguien entra con una voz tan firme y decidida, este mundo de equívocos se acaba. Hasta entonces un sueño impostor y pasivo nos reclamaba, pero ya no es posible. Soñar es jugar y jugar es lo único que vale.
LA VIDA: (Radiante y dichosa, se agacha en dirección a Gudelia, quien parece disfrutar del sueño). Sueña, sueña, sueña.
(Disminuyen las luces del escenario y se proyectan todos los sueños de Gudelia. se la muestra de niña saltar la cuerda, de adulta y de vieja. Ya nadie la llama, solo salta y salta).
FIN
[1] Video de Marcha Naval de Bolivia: https://youtu.be/LzKZWEVVS3E?si=BWdBBT5beqPZZAJX





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