00-120
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 oct
- 1 Min. de lectura
Por L Taryn

Fotografía de Mylén
Lázaro va a morir en dos minutos. Lo sabe. Lo susurran sus venas, que se adormecen desde el corazón hasta los dedos, y lo confirma el aire áspero que entra con el filo de una espina.
Los segundos se deshacen en granos de arena blanca. Un minuto con treinta y cinco. Evoca a las niñas de Analco, riendo entre ellas mientras él se ocultaba en la penumbra de su timidez. «Tuve razón en no hablarles nunca», se dice: jamás les dio el banquete de su humillación. Recuerda a su madre, Doña Aurora. Los rezos y rabias de cuando volvía con la garganta rota de canciones, soñando una banda de covers que nunca nació. «Tuve razón en elegir a los amigos», insiste: con ellos aprendió a bordar más de doscientas melodías.
También vuelven los compañeros de oficina y aquel cumpleaños treinta del que nadie se acordó. Se le encoge el pecho, pero recupera cadencia: «Tuve razón en guardar distancia. En negarles las migajas de mi afecto y mantener intacta la dignidad».
Y recuerda, como un eco burlón, sus palabras sobre la muerte:
—Somos máquinas. Se apaga el CPU y todo termina. Quien crea que verá a los suyos tras la tumba, no hace más que soñar.
Se supo distinto, elevado entre ovejas crédulas, borregos de fe raquítica. Se creyó más fuerte, menos influenciable. Mejor hombre.
Pero en los últimos treinta segundos, cuando el universo se pliega como un abrazo húmedo sobre su cuerpo, lo único que desea, lo único que suplica:
—Ojalá me hubiese equivocado…





Comentarios